quarta-feira, 16 de novembro de 2011

Brasil: Más que crecimiento economico

Este es un texto con mi opinión personal sobre acontecimientos recientes en la Universidad de Sao Paulo y su relación con la politica brasileña en Educación y Seguridad.

En todo el mundo, las personas - y principalmente los jóvenes - están indignados con la situación histórica de explotación y falta de respeto que viven en sus países y sus comunidades. Protestas y manifestaciones acontecen con cada vez más fuerza, ganando su espacio. Pocos lo saben, pero los brasileños no están asistiendo a este fenómeno con los brazos cruzados.

En la mañana del día 8 de noviembre, 72 estudiantes de la Universidad de Sao Paulo, la más grande de America Latina, fueron detenidos en una operación policial en la que participaron cerca de 400 policías de las tropas de choque. Ellos cumplían la orden de desocupar el edificio del rectorado de la Universidad, que había sido ocupada cuatro días antes como protesta reivindicando la salida del rector y de la policía militar del campus, y solicitando reformas físicas y administrativas en la Universidad. Tras estos acontecimientos cerca de tres mil alumnos se reunieron en asamblea y decidieron empezar una huelga estudiantil. Las pautas de la discusión son complejas, e infelizmente vienen siendo impedidas por la grande prensa, ridiculizadas por la opinión pública e ignoradas por el resto del mundo.

Brasil hoy

Para entender la crisis de la USP, es preciso comprender el Brasil actual. Nuestra economía fuerte y en desarrollo, con creciente influencia en el escenario internacional, sede de la próxima Copa del Mundo y de las Olimpiadas de 2016, disfraza una realidad: si, por un lado, Brasil puede decir que su economía avanza a ritmo de locomotora, por otro la calidad de vida y el acceso a los derechos básicos sigue evolucionando a pasos de tortuga.

Somos la sexta mayor economía del planeta, pero tenemos resultados vergonzosos en todos los otros aspectos importantes para considerarnos del “primero mundo”: en relación a la distribución de renta, somos el tercer país más desigual del mundo. En educación, quedamos en 88º lugar en un ranking de 127 países organizado por la Unesco. En la área de la salud, 50% de las casa brasileñas todavía no tienen acceso a saneamiento básico. En la cuestión de la seguridad, somos el 27º país con más asesinatos de una lista de 207 organizada por la ONU.

Comunidad de Paraisopolis, en Sao Paulo

Educación

El joven brasileño común no tiene oportunidad de mejorar su vida. Pocos tienen el dinero para pagar las costosas mensualidades de los colegios particulares, entonces solo restan las escuelas públicas brasileñas: infra-estructura deteriorada y con un fuerte vandalismo, profesores mal pagados, desprestigiados y poco estimulados; alumnos llevando armas, drogas y todos los problemas de sus comunidades para dentro de la clase.

La consecuencia es obvia: jóvenes que completan la enseñanza básica semi-analfabetos e incapaces de hacer una división con tres alogaritmos. El acceso a la universidad es prácticamente imposible: las buenas universidades públicas son muy competitivas, y poseen un sistema de selección anticuado basado en un cúmulo de conocimientos que permite que solo los hijos de la clase más rica de la sociedad (la cuál puede pagar buenas escuelas) pueda entrar en el mundo académico.

Resultado: la élite económica brasileña continua ocupando los mejores y más bien pagados cargos, mientras que la mayoría de la población se ve obligada a ser mano obrera barata y no especializada, ganando sueldos que no llegan a un cuarto del mínimo necesario para sustentar una familia. Brasil invierte hoy cerca 5% del PIB en educación, con tímido plano de metas para alcanzar el 7% en 2020. Nuestro propio Consejo Nacional de Educación dice que es necesario invertir por lo menos el 10%.

Maestro: hoy vamos aprender la conjugación de los "presupuestos" / en el cuadro: yo ensino, tu estudias, el aprende, nosotros crecemos, vosotros sois livres, pero Lula solo destinó 5,4% de los presupuestos para la educación

Seguridad

Atendiendo a las desigualdades sociales, la falta de oportunidades, el déficit en educación y el abandono de las comunidades más necesitadas por el poder público, el resultado no podría ser otro: violencia.

La política de combate contra la violencia en Brasil es caduca y elitista: los más ricos gastan fortunas con coches blindados, sistemas de vigilancia y seguridad privada, en verdaderos búnqueres aislados de la sociedad. La policía, institución que desde su origen sirve para proteger a la élite financiera y a la propiedad privada, sigue cumpliendo su papel: en las comunidades más afectadas, lejos de la media y de la opinión pública, el joven negro y pobre (estereotipo de bandido para la policía y para la élite) es intimidado, agredido y, muchas veces, asesinado por las fuerzas de la ley y del “orden”. Movimientos sociales son tratados como criminales. En Brasil, los derechos humanos sólo valen para algunos privilegiados.

El caso de la Universidad de São Paulo

La USP es la universidad más grande de la America Latina, con cerca de 89 mil estudiantes, ofrece 229 cursos de grado. El campus más grande se encuentra en la ciudad de São Paulo, en un área de 7,5 km2. Es una universidad pública, gratuita y financiada con impuestos. Funciona como una autarquía, lo que significa que esta tiene algunas libertades con respecto al gobierno de São Paulo.

La idea es que la inversión del contribuyente vuelva hacia la población, en forma de investigaciones científicas que puedan mejorar la vida de las personas, la formación de estudiantes con sentido crítico que puedan interferir positivamente en la sociedad y, además, la multiplicación del conocimiento baseada en la extensión universitaria y servicios a la comunidad.

Esto no es lo que ocurre. La Universidad de São Paulo es antidemocrática e ineficiente. Normalmente, solo entra quien puede pagar la mensualidad de una buena escuela o de un curso preparatorio para los exámenes de admisión. Solo el 12% de los jóvenes brasileños estudian en escuelas particulares, pero estos representan el 67% de los estudiantes de la USP.

Su propia infraestructura, con el campus cercado de muros, edificios con molinetes y la imposibilidad de acceso para el resto de la población en determinadas horas, permiten que nadie pueda pensar que este lugar se trate de un espacio publico.

La administración de la USP es absolutamente antidemocrática. Cada cuatro años, el Consejo Universitario (formado el 76% por profesores titulares, cuando estos representan un 0,87% del cuerpo de la universidad) organiza por votación una lista triple, que es revisada por el gobernador de Sao Paulo, quien tiene la elección final. En la práctica, una única persona decide quien será el jefe máximo de una universidad pública.

El actual rector, João Grandino Rodas, fue el segundo en la lista, pero aun así fue elegido por el gobernador José Serra. Rodas ha sido investigado por corrupción en el Fiscalia de Justicia de São Paulo, suspendió sueldos de funcionarios en huelga, es considerado “persona non grata” en la facultad de derecho de la USP, donde es ex-director, y más de una vez accionó la policía militar para reprimir manifestaciones de alumnos y funcionarios de la Universidad.

reintegración del rectorado de la USP, en 8/11/11

Vienen celebrándose asambleas y manifestaciones en São Paulo que solicitan, a corto plazo, la salida de este rector y de esta policía represora del campus de la USP. A medio y largo plazo, exigimos una reforma en el sistema de elección de nuestros representantes en la Universidad, una política de seguridad competente, humana y que trabaje para la prevención de ocurrencias. Exigimos también la apertura del campus para la comunidad externa, incluyendo clases y actividades públicas.

No termina aquí

Esta es sólo una de nuestras luchas. Hay muchas, muchas otras, que no reciben la atención debida de los medios de comunicación y de nuestros gobernantes (ellos tienen sus propios intereses). Las revoluciones en el mundo árabe, el 15M español, las manifestaciones por la educación en Chile, la ocupación de Wall Street: nosotros asistimos, admiramos y apoyamos este movimiento mundial de lucha por la democracia, por la libertad, por el respeto al ser humano. Que sepan que: tienen hermanos en Brasil. Nosotros tampoco estamos durmiendo, y no vamos parar hasta alcanzar nuestros objetivos.

Libertad, solidariedad, democracia real ya!

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